viernes, 12 de octubre de 2018

MEMORIA ANCESTRAL Y AGRICULTURA URBANA UN DESAFIO


Escrito por Nelly Guilarte Ugas

Estas breves reflexiones se desprenden  del encuentro con el pasado como espacio de memoria a partir de necesidades del presente, en esa pretensión de comprendernos,  comprender y cimentar el proceso de reafirmación de nuestra IDENTIDAD  y  SOBERANÍA NACIONAL; posiblemente estén impregnadas por mis intencionalidades y convicciones razones por las que me permito hacer algunas precisiones.

Reconocemos los alcances en materia de derechos sobre los pueblos “indígenas” recogidos en la Constitución Bolivariana de 1999,  es indiscutible la  visibilidad y el reconocimiento en estos años de Revolución Bolivariana; colonizados como estamos se nos dificulta reconocer conscientemente en ese espacio de Memoria la ancestralidad originaria presente en nuestra cotidianidad. Es imperativo ver,  “lo indígena”  que está en cada uno de nosotros y nostras, aquello que camina  por las calles de pueblos y  ciudades, se desliza  en la inmensidad de la sabana  o por las serpenteadas serranías, eso que sigilosamente  continua allí, en: patios, jardines, fogones, o en esas voces sonoras que lograron vencer tanta ignominia haciéndose permanencia y como eco retumbando entre grietas abismales  han llegado a nuestros tiempos, hoy nos acompañan en esta particular forma de vivir nuestra indomable rebeldía  que nos caracteriza.

Las herramientas de las que nos hemos apropiado en este oficio de la investigación histórica  nos han permitido hurgar en huellas y rastros que vamos encontrando; ha sido de mi especial atención la  lectura y estudio de relatos, cartas y crónicas que  hicieron  religiosos civiles y militares durante la invasión, conquista y colonización de estos territorios por el imperio español. Al adentrarnos en ellos encontramos que  la historiografía venezolana hegemónica montó el discurso histórico  desde la visión euro céntrica construida desde estos relatos; pero estos  documentos estudiados desde otra perspectiva,  nos aportan información invaluable para la comprensión del mundo ancestral de nuestros pueblos originarios y así poder quitar el velo a  lo ancestral que  ha trascendido las edades y se hace presente en nuestra contemporaneidad como memoria, ineludible para sustentar la construcción del buen vivir  y contraponerlo al modelo cultural hegemónico depredador.

            Partiendo de la relectura a la  relación de  Juan Pimentel sobre la Provincia de Caracas y ciudad de Caraballeda y Santiago de León de la Gobernación de Venezuela  escrita en 1585; escrito que ha sido estudiado y citado por muchos historiadores e investigadores, documento por demás interesante, tomando en cuenta la abundante y detallada información de múltiples aspectos (fauna, flora, datos etnográfico entre otros)  referidos  a gran parte del territorio de los actuales estados Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y la Caracas metropolitana. Para fundamentar mis reflexiones me centré específicamente en los fragmentos donde se relata lo inherente  a los mantenimientos, cultivos  y formas de subsistencias de las comunidades originarias  asentadas en estos territorios desde tiempos inmemoriales los cuales citaré algunos de ellos textualmente[1]

“Los mantenimientos  de que los indios usaban y ahora usan, son maíz de tres o cuatro maneras y colores, casabe que es yuca, que el agua de ella mata cruda y cocida es gran regalo y mantenimiento de los indios, batatas, calabazas que llaman auyamas, frijoles, caraotas que son como habas, maní que es una raíz que quitada la cáscara queda un meollo como piñones … ocumos … otras raíces como pericaguares, mapuey, y capaso, las cuales siembran y son de buen sustento”[2]
“Los árboles  que hay en esta Provincia que tuvieron los indios y tienen de cultura son que junto a sus casa suelen sembrar y criar unos árboles  altos que ellos llaman curagua y los españoles aguacates;… Hay otros árboles muy grandes que llaman jobos, la fruta es como ciruelas pequeñas, amarillos, más largos que redondo, huelen bien, … y guayabos que su fruta es como manzanas , mayorores y menores; lo de adentro esta lleno de granillos  no se digieren tienese que es fruta sana,… esta fruta es algún remedio contra las cámaras comida verde. Hay otros árboles muy copados  y grandes que los indios  crían también junto a sus casas que llaman mamones, es la fruta como nueces verdes pequeñas,… y otros que llaman guamos su fruta es como algarroba”[3]
            “Hay piñas frutas gustosa y olorosa, no se tiene por sana,… hay guanábanos,… crían estos  indios otros árboles que llaman totumo…“Hay piñas, fruta muy gustosa y olorosa, no se tiene por sana;…hay guanábanos que son árboles grandes, … Crían estos indios otros árboles que llaman totumos que de sus frutas hacen escudillas, taparas para agua como botijas, cucharas y coberturas  para sus miembros genital  Hay anones… hay  plátanos y mameyes…”[4]
“Hay unos arbolillos  que echan una  hoja  como de granado que llaman hayo, es muy apreciada entre los naturales  porque trayéndola en la boca dicen que les quita el hambre y se dice les da fuerza para trabajar y así usan de este hayo  en general cuando trabajan y caminan siembranlo y cultivanlo con cuidado para este efecto”[5]
“…los naturales ni tuvieron  trato ni contrato ni granjería alguna. Susténtense de sus labranzas en cuanto a su comida  porque en lo demás ni lo procuran ni lo quieren…”[6]

En ese combate histórico de descolonización  eurocentrista hegemónico se hace imperativo repensarnos para  descolonizarnos, significa entonces  pensarnos desde otra perspectiva, por lo tanto es fundamental  escrudiñar en esos espacios de memoria ancestral no colonizada casi imperceptibles en nuestra cotidianidad colectiva e individual y nutrirnos  de su esencia para construir una  nueva racionalidad  cultural, donde inscribimos  el de producir alimentos  y producirlos desde los espacios urbanos  es un desafío,  en tal sentido se propone:
Profundizar en  las investigaciones sobre formas y métodos de las prácticas ancestrales relacionadas a la agricultura de los pueblos originarios, para que  estas sean valoradas y contextualizadas para su puesta en escena en los territorios urbanos y poder producir el sustento y liberación tanto material como espiritual.
Para cerrar  lanzo al viento esta utopía de la Memoria Ancestral  
Qué bueno sería  entonces,  poder nosotros y nosotras devolverle la fertilidad a nuestra PACHA MAMA, sembrar árboles de: curaguas, guayabos, jobitos, guamos, guanábanos y mamones, en cada espacio de nuestra madre tierra sobreviviente a la vorágine de  la modernidad, entregarnos al  disfrute con el trinar de los pájaros  que en sus frondosas ramas revoloteen, divertirnos con los saltos acrobáticos de ardillas y que la abundancia sea tal para saciar las ansias de degustar sus frutos.
Que el caminar entre MAIZALES de cabelleras multicolores nos anime a vivir esperanzados y tranquilos que la cosecha ha de alcanzar para llenar la totuma con OCUMOS PERICAGUARES, MAPUEY,  AUYAMAS Y CARAOTAS; que no falte un árbol de hayo, donde podamos arrancar hojas  para mitigar el hambre en época de escases; pero sobre todo ese HAYO pueda nos alimentar el espíritu y permita la alucinación de conversar con  nuestros dioses supremos, (el sol, la luna las estrellas) y vencer  a las fuerzas del inframundo y en espiral envolvente de la vida poder volar entre las próximas edades.



[1] Tomando en cuenta que este sucinto  escrito no  se hace para cumplir con requisito académico alguno Advierto que la cita del documento  no se ciñe a los parámetros establecidos;  la cita es de carácter ilustrativo
[2] BRICEÑO PEROZO, Mario; Temas de Historia Colonial Venezuela  tomo II Biblioteca de la Academia nacional de la Historia Caracas 1986. Pág. 628
[3] Ídem pág. 631
[4] Ídem pág.  632
[5] Ídem pág.  633
[6] Ídem pág.  637