Escrito
por Nelly Guilarte Ugas
Estas breves reflexiones se
desprenden del encuentro con el pasado
como espacio de memoria a partir de necesidades del presente, en esa pretensión
de comprendernos, comprender y cimentar
el proceso de reafirmación de nuestra IDENTIDAD y SOBERANÍA NACIONAL; posiblemente estén
impregnadas por mis intencionalidades y convicciones razones por las que me permito hacer algunas precisiones.
Reconocemos
los alcances en materia de derechos sobre los pueblos “indígenas” recogidos en
la Constitución Bolivariana de 1999, es
indiscutible la visibilidad y el
reconocimiento en estos años de Revolución Bolivariana; colonizados como
estamos se nos dificulta reconocer conscientemente en ese espacio de Memoria la ancestralidad originaria presente en nuestra cotidianidad. Es
imperativo ver, “lo indígena” que está en cada uno de nosotros y nostras,
aquello que camina por las calles de
pueblos y ciudades, se desliza en la inmensidad de la sabana o por las serpenteadas serranías, eso que sigilosamente continua allí, en: patios, jardines, fogones,
o en esas voces sonoras que lograron vencer tanta ignominia haciéndose
permanencia y como eco retumbando entre grietas abismales han llegado a nuestros tiempos, hoy nos
acompañan en esta particular forma de vivir nuestra indomable rebeldía que nos caracteriza.
Las
herramientas de las que nos hemos apropiado en este oficio de la investigación
histórica nos han permitido hurgar en
huellas y rastros que vamos encontrando; ha sido de mi especial atención
la lectura y estudio de relatos, cartas
y crónicas que hicieron religiosos civiles y militares durante la
invasión, conquista y colonización de estos territorios por el imperio español.
Al adentrarnos en ellos encontramos que la historiografía venezolana hegemónica montó el
discurso histórico desde la visión euro
céntrica construida desde estos relatos; pero estos documentos estudiados desde otra perspectiva, nos aportan información invaluable para la
comprensión del mundo ancestral de nuestros pueblos originarios y así poder
quitar el velo a lo ancestral que ha trascendido las edades y se hace presente en
nuestra contemporaneidad como memoria, ineludible para sustentar la
construcción del buen vivir y
contraponerlo al modelo cultural hegemónico depredador.
Partiendo de la relectura a la relación de
Juan Pimentel sobre la Provincia de Caracas
y ciudad de Caraballeda y Santiago de León de la Gobernación de Venezuela escrita en 1585; escrito que ha sido
estudiado y citado por muchos historiadores e investigadores, documento por
demás interesante, tomando en cuenta la abundante y detallada información de
múltiples aspectos (fauna, flora, datos etnográfico entre otros) referidos a gran parte del territorio de los actuales
estados Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y la Caracas metropolitana. Para fundamentar
mis reflexiones me centré específicamente en los fragmentos donde se relata lo inherente
a los mantenimientos, cultivos y formas de subsistencias de las comunidades
originarias asentadas en estos
territorios desde tiempos inmemoriales los cuales citaré algunos de ellos textualmente[1]
“Los
mantenimientos de que los indios usaban
y ahora usan, son maíz de tres o
cuatro maneras y colores, casabe que es
yuca, que el agua de ella mata cruda y cocida es gran regalo y
mantenimiento de los indios, batatas,
calabazas que llaman auyamas, frijoles, caraotas que son como habas, maní
que es una raíz que quitada la cáscara queda un meollo como piñones … ocumos … otras raíces como pericaguares, mapuey, y capaso, las
cuales siembran y son de buen sustento”[2]
“Los árboles que hay en esta Provincia que tuvieron los
indios y tienen de cultura son que junto a sus casa suelen sembrar y criar unos
árboles altos que ellos llaman curagua y los españoles aguacates;… Hay
otros árboles muy grandes que llaman jobos,
la fruta es como ciruelas pequeñas, amarillos, más largos que redondo, huelen
bien, … y guayabos que su fruta es
como manzanas , mayorores y menores; lo de adentro esta lleno de granillos no se digieren tienese que es fruta sana,…
esta fruta es algún remedio contra las cámaras comida verde. Hay otros árboles
muy copados y grandes que los
indios crían también junto a sus casas
que llaman mamones, es la fruta como
nueces verdes pequeñas,… y otros que llaman guamos su fruta es como algarroba”[3]
“Hay
piñas frutas gustosa y olorosa, no se tiene por sana,… hay guanábanos,… crían
estos indios otros árboles que llaman
totumo…“Hay piñas,
fruta muy gustosa y olorosa, no se tiene por sana;…hay guanábanos que son árboles grandes, … Crían estos indios otros
árboles que llaman totumos que de
sus frutas hacen escudillas, taparas para agua como botijas, cucharas y
coberturas para sus miembros genital Hay anones…
hay plátanos
y mameyes…”[4]
“Hay unos
arbolillos que echan una hoja
como de granado que llaman hayo,
es muy apreciada entre los naturales
porque trayéndola en la boca dicen que les quita el hambre y se dice les
da fuerza para trabajar y así usan de este
hayo en general cuando trabajan y
caminan siembranlo y cultivanlo con cuidado para este efecto”[5]
“…los naturales ni tuvieron trato ni contrato ni granjería alguna. Susténtense
de sus labranzas en cuanto a su comida
porque en lo demás ni lo procuran ni lo quieren…”[6]
En
ese combate histórico de descolonización
eurocentrista hegemónico se hace imperativo repensarnos para descolonizarnos, significa entonces pensarnos desde otra perspectiva, por lo tanto
es fundamental escrudiñar en esos espacios de memoria ancestral no
colonizada casi imperceptibles en nuestra cotidianidad colectiva e individual y
nutrirnos de su esencia para construir
una nueva racionalidad cultural, donde inscribimos el de producir alimentos y producirlos desde los espacios urbanos es un desafío, en tal sentido se propone:
Profundizar
en las investigaciones sobre formas y
métodos de las prácticas ancestrales relacionadas a la agricultura de los
pueblos originarios, para que estas sean
valoradas y contextualizadas para su puesta en escena en los territorios
urbanos y poder producir el sustento y liberación tanto material como espiritual.
Para cerrar lanzo al viento esta utopía de la Memoria Ancestral
Qué bueno sería
entonces, poder nosotros y
nosotras devolverle la fertilidad a nuestra PACHA MAMA, sembrar árboles
de: curaguas, guayabos, jobitos, guamos, guanábanos y mamones, en
cada espacio de nuestra madre tierra sobreviviente a la vorágine de la modernidad, entregarnos al disfrute con el trinar de los pájaros que en sus frondosas ramas revoloteen,
divertirnos con los saltos acrobáticos de ardillas y que la abundancia sea tal para
saciar las ansias de degustar sus frutos.
Que el caminar entre MAIZALES de cabelleras
multicolores nos anime a vivir esperanzados y tranquilos que la cosecha ha de
alcanzar para llenar la totuma con OCUMOS PERICAGUARES, MAPUEY, AUYAMAS Y CARAOTAS; que no falte un árbol
de hayo, donde podamos arrancar hojas
para mitigar el hambre en época de escases; pero sobre todo ese HAYO
pueda nos alimentar el espíritu y permita la alucinación de conversar con nuestros dioses supremos, (el sol, la luna
las estrellas) y vencer a las fuerzas
del inframundo y en espiral envolvente de la vida poder volar entre las
próximas edades.
[1]
Tomando en cuenta que este sucinto
escrito no se hace para cumplir
con requisito académico alguno Advierto que la cita del documento no se ciñe a los parámetros
establecidos; la cita es de carácter
ilustrativo
[2] BRICEÑO PEROZO, Mario; Temas de
Historia Colonial Venezuela tomo II
Biblioteca de la Academia nacional de la Historia Caracas 1986. Pág. 628
[3] Ídem pág.
631
[4] Ídem pág. 632
[5] Ídem pág. 633
[6] Ídem pág. 637